¿NOS CASAMOS? SÍ, MI AMOR (2) | OPINIÓN
“¿Nos casamos? Sí, mi amor (2)” es una película sin sorpresa alguna: una película peruana de comedia más, que carga con lo que parece ser, a estas alturas, parte del género en nuestro territorio nacional: guion predecible, chistes simplones y una trama olvidable. Eso sí, fue mejor que su antecesora.
COMEDIA
Sería mezquino de mi parte no aceptar que me he reído. Su
chiste mejor logrado, en base a mi insignificante opinión, fue el del “suspiro
a la limeña”. La sala de cine entera soltó una carcajada sincera. Sin embargo,
muchas de sus escenas cómicas pasaron desapercibidos, otros simplemente no me
causaban risa (aunque a la sala sí), y unos cuantos daban mucha pena ajena, o
como lo llamarían en esta virtualidad moderna, daban “cringe”. Entre estas
últimas, me gustaría hacer una merecida mención deshonrosa a la escena de
“estamos perdidas”. También hacer una breve mención a todas las escenas donde
apareció Mayra Olivera, pero de eso hablaremos más adelante.
ACTUACIONES
Es la primera película en la que veo participar a Ernesto Pimentel,
y su papel me pareció genial. Respecto a Patricia Portocarrero, esta me pareció
su mejor interpretación en el cine (de las que he visto de ella, claro). Creo
que ambos personajes eran lo mejor en la pantalla.
Pietro Sibille, gran actor nacional del cual nadie puede
cuestionar su talento fue encadenado a un papel bastante pobre e innecesario.
Lamentable.
Mayra Olivera tiene, desde mi insignificante percepción, el
personaje más incómodo de todos (aunque Santiago Suárez también lucha por ese
puesto). En su intento de representar a una chica de barrio, solo se limita a
caricaturizar los estereotipos que se tienen sobre estos, creando así una
imagen muy artificial, incomoda y difícil de ver, o, como se prefiere decir
hoy: con mucho “cringe”. Tanto ella como su pareja, no parecen intentar dar
vida a sus personajes, no se sienten humanos, parecen estereotipos que se
encarnan a la fuerza en un cuerpo ajeno. No veo representación alguna de estos
sectores populares (lo que creo se intenta con estas interpretaciones), solo a
unos personajes que refuerzan dichos estereotipos en la pantalla grande.
TRAMA
¡SPOILER ALERT!
En una película de comedia peruana, la trama parece ser solo
una excusa para hacer una película. Desde personajes innecesarios, como el de
Pietro Sibille, quien, si bien en un principio nos lo muestran como el
personaje causante del matrimonio, en el desarrollo de la película dicha escena
parece olvidada porque los nuevos motivos de Julián para querer el matrimonio
es el hijo que creía que tendría, como él mismo lo dice en el clímax. Pero los
problemas sobre el personaje de Pietro no solo terminan ahí, ya que además de
ser un personaje innecesario que no aporta nada a la trama, su subtrama se
desarrolla de manera confusa. Primero es el personaje que sufre por una ruptura
amorosa, y de una escena a otra aquel problema parece haberse resuelto fuera de
cámaras, para luego involucrarlo con las anfitrionas de la discoteca, con las
que, en la escena final, parecen tener una cercanía no tan bien fundamentada.
La película también está llena de escenas innecesarias y
cameos que aportan poco o nada a la trama, como el de tik tokers o cantantes.
Además de las obvias propagandas que tiene la película, las cuales parecen
superar en auspiciadores al canal 5.
La resolución de los problemas que nos da el guion, nos
muestra la poca seriedad con la que se escribió. Empezaremos por el personaje
de Ernesto Pimentel, quien representaba uno de los mayores obstáculos para que
el protagonista cumpla su objetivo. Al final termina cediendo por un chantaje
no tan efectivo y porque se enteró que el protagonista, con quien no empatizó
en lo más mínimo sino hasta que pensó que era un gay activo, sería papá.
Luego está el personaje de Patricia Portocarrero, el mayor
obstáculo, quien estando ebria reveló la verdad y estando resaqueada perdonó
todo, haciendo sentir que, quizá, dicho peligro nunca existió.
Por último, está Beatriz (Yiddá Eslava), quien no debía
enterarse de la verdad. Sin embargo, cuando lo descubre, y luego de revelar que
no está embarazada, tiene una conversación con Guillermo (Julián Zucchi), quien
le revela que no siente tener una familia y que parte de sus sueños es tener
una (dejando de lado la escena de inicial de Pietro, el cual nos indicaba que
la motivación era el miedo a perderla). Beatriz, después de dicha revelación,
acepta que la boda se lleve a cabo (¿acaso fue por pena?), lo que nos hace
pensar ¿No pudieron tener esta conversación mucho antes y ahorrase los
problemas?, a lo cual la respuesta parece ser: conveniencia de guion. Pero si
creen que eso era todo, pues, al final la relación no parece tener un
desarrollo real, porque el juez que los caso (interpretado por Danny Rosales),
realmente no era un juez. Haciendo que dicha boda no sea válida judicialmente.
A estas alturas, si vas a ver “¿Nos casamos? Sí, mi amor (2)” esperando ver una película peruana que revolucione el cine de comedia nacional, quizá el verdadero problema no sea el film, sino tú. Finalizaré mencionando que esta es solo la percepción de un gato amargado, porque mientras que yo pensaba en el mal papel que le tocó a Pietro, algunas personas se reían en la sala de cine.