Animales anónimos (2020): crítica a la película animalista más cruda
En octubre
del 2020, en el Festival de Sitges, se estrenó Animales anónimos, un drama
social que usa elementos fantásticos para representar metafóricamente una impactante
crítica al maltrato animal.
Sinopsis de la película
En este
mundo fantástico, la jerárquica condición entre el ser humano y los animales son
mostrados de manera opuesta al mundo real: el animal es el cazador y el ser
humano es el cazado. El animal es el matarife; el ser humano, el ganado.
La película
se centra en contarnos o, mejor dicho, describirnos cómo es la dinámica entre
el ser humano y los animales en este nuevo mundo dominado por quienes, fuera de
pantalla, son el ganado y la comida.
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Crítica a Animales anónimos
Animales
anónimos es una obra experimental del cine francés, por lo que las características
de rara, extraña o arriesgada, quedan implícitas.
La cinta no
cuenta con diálogos (a excepción que los mugidos, ladridos y gruñidos cuenten
como tal), pero tampoco le hace falta. La cámara nos muestra en pantalla todos
los elementos necesarios para entender la historia, partiendo desde las
primeras escenas. Basta con ver al venado con un rifle o al humano encadenado a
un árbol, para entender las dinámicas de este nuevo mundo.
En
particular, la ausencia de comunicación entre los humanos de la película es un
aporte interesante. Como diría Harari Noah en su libro “Sapiens: de animales a
hombres”, es el chismorreo lo que nos permitió estar en la cima de la jerarquía
alimenticia. La comunicación era utilizada para informar sobre nuestro mundo, sobre
los peligros que nos rodeaban. Sin embargo, la información que se compartía era
sobre los propios humanos, lo que nos permitió desarrollar el lenguaje. En esta
película, nos muestran a humanos que, aparentemente, no tienen esta capacidad.
Vemos en sus rostros desesperación, tristeza y un grito de auxilio que no
pueden emitir, tal como los animales en nuestro mundo real.
Esta
ausencia de diálogos también permite explorar otros aspectos sonoros, uno de los
aspectos más destacables de la cinta. Los silencios y la banda sonora logran
crear una atmosfera asfixiante, brindando una impresionante experiencia sensorial.
Sin embargo, este aspecto suele verse interrumpido por un montaje brusco que parece
querer aportar crudeza y realismo, pero que solamente interrumpe la conexión
del espectador con la escena.
La película
es realizada con un bajo presupuesto, lo cual es evidente al presenciar a los
animales antropomórficos en pantalla. Humanos con cabezas peludas de distintos
animales, rostros inexpresivos, como si estuvieran disecados, que aparentan
tener vida gracias a los sonidos de fondo. Este aspecto, sin embargo, logra dar
un aporte de crudeza y realismo. Las cabezas peludas no muestran sentimiento
alguno, lo que sirve para mostrar la ausencia de empatía. Respecto a las
actuaciones, se esfuerzan para mostrar expresión corporal, brindando una
sensación teatral.
La trama de
la película no se centra en contarnos una historia en sí, sino que narra dos
situaciones paralelas que se llevan a cabo en este mundo. Tratan de describir
cómo son las nuevas dinámicas, dando como ejemplo dos situaciones particulares:
un matadero y una aparente mascota humana.
La película
no cuenta con escenas sangrientas ni gore, pero el ambiente y las situaciones
planteadas, resultan muy crudas. Esta cinta puede ser más efectiva que algunos
documentales animalistas, donde se trata de impactar con imágenes de tortura.
En este filme, basta ver el rostro humano, lleno de temor y desconsolación,
para respondernos qué sentirán los animales en el matadero. La inversión de
papeles que hace la película nos obliga a meternos en los zapatos de los
animales abusados, nos obliga a sentir y entender lo que ellos.
Si bien
esta es una cinta interesante, no olvidar que estamos ante una propuesta
experimental. Pese a que dura tan solo una hora, puede ser algo lenta y por
momentos repetitiva para algunos.
El director: Baptiste Rouveure
Esta cinta
es el primer largometraje de Baptiste Ruveure. Entre su filmografía, se
encuentran diversos cortometrajes, entre ellos: Y el ganador es (2012), Les Éphémères fugitifs (2012) y Altera (2018). Todas ellas destacan por el movimiento y lenguaje
corporal, siendo el aspecto donde el director suele enfocarse, como se evidencia
en la cinta Animales anónimos (2020).